¿Sigues empujando un proyecto que no despega, manteniendo una relación que no te hace feliz o atrapado en un trabajo que ya no tiene sentido para ti? Puede que no sea por falta de coraje. Puede que estés atrapado en una trampa invisible, silenciosa, pero poderosa: la falacia del coste hundido.

Hay una trampa mental en la que caen muchas personas. Y no es precisamente nueva.

Se llama falacia del coste hundido, y tiene que ver con esa sensación de que, ya que has invertido tanto tiempo, esfuerzo o dinero en algo, lo más lógico es seguir adelante, aunque en el fondo sepas que no te está llevando a ninguna parte.

Le pasa a quien se queda en un trabajo que no le llena, solo porque ha estudiado una carrera relacionada. A quien sigue con un negocio que no termina de despegar, pero ya lleva años invertidos. A quien no suelta una relación que ya no funciona, por todo “lo vivido”.

El razonamiento parece lógico. Pero no lo es. Es emocional. Y por eso engancha.

¿Qué es la falacia del coste hundido?

Es ese mecanismo mental que nos hace seguir invirtiendo tiempo, dinero o energía en algo solo porque ya hemos invertido demasiado. Aunque por dentro sepamos que ya no funciona.

Es el motivo por el que muchas personas continúan una carrera universitaria que odian porque ya han cursado tres años. O por el que algunos emprendedores siguen quemando recursos en un negocio que no arranca, solo porque ya han gastado miles de euros. También por lo que terminas esa serie de Netflix aburrida que lleva siete temporadas, porque ya viste seis.

Pero la verdad es esta: lo que invertiste, ya no lo vas a recuperar. El pasado no se puede cambiar. El futuro sí.

Lo que dice la ciencia

Este fenómeno no es nuevo. En 1985, los psicólogos Hal Arkes y Catherine Blumer publicaron un estudio en Organizational Behavior and Human Decision Processes que se convirtió en un clásico. En él demostraron que muchas personas continúan tomando decisiones irracionales solo porque ya han invertido algo en el pasado, aunque eso implique seguir perdiendo.

Además, Daniel Kahneman y Amos Tversky, premios Nobel y padres de la economía conductual, demostraron en su teoría de la Prospect Theory que las pérdidas nos duelen aproximadamente el doble que la satisfacción de ganar lo mismo. Es lo que se conoce como aversión a la pérdida. Nuestro cerebro odia perder más de lo que disfruta ganar.

Junta estas dos cosas y ya tienes el cóctel perfecto para quedarte atrapado en lo que no te sirve, solo por miedo a soltar.

El coste real de seguir

Seguir aferrado a lo que no te lleva a donde quieres tiene un precio. No solo en dinero, también en energía, en motivación, en autoestima.

Y a veces es peor el coste de seguir que el de renunciar.

Sí, dejar ir da vértigo. Pero no decidir también es una decisión. Y muchas veces, quedarse es lo que te está frenando.

¿Y ahora qué?

Aquí no se trata de hacer locuras ni de abandonar todo a la primera. Se trata de tomar decisiones conscientes. De no seguir en piloto automático solo porque ya llevas mucho recorrido.

Quizás no puedas cambiar el pasado. Pero puedes evitar que siga condicionando tu futuro.

Pregúntate: ¿esto me está acercando o alejando de la vida que quiero?

Y si la respuesta no te convence, tal vez sea momento de parar. Evaluar. Y soltar.

Porque a veces, el verdadero avance, empieza cuando dejas de empujar lo que ya no tiene sentido.

¿Te ha pasado alguna vez? ¿En qué situación te diste cuenta de que estabas cayendo en esta trampa? Te leemos.

Fuente original de la información: Trabajar por el mundo.